La costa de Trápani
Mar azul, rocas multicolor y blancas playas de arena sutil se extienden en la costa oriental de Trápani como pinceladas, pintando pequeños rincones de paraíso.
Dejando Trápani atrás, infinitos matices de azul, celeste y turquesa destacan en el horizonte a lo largo del litoral de Pizzolungo. En ese lugar los arrecifes desvanecidos en el mar cuentan cómo Enea, fugado de Troya, llegó con sus barcos para enterrar al padre Anquises, hoy recordado por la homónima Estela que se recorta en el cielo en el lugar en el que se imagina que han sido depositadas las cenizas.
Más adelante aparece, majestuoso cortado a pico en el mar, el Monte Cofano, un verdadero espectáculo de la naturaleza. En sus laderas resplandecen en el sol las rocas doradas de la Cueva Comepan (Grotta Mangiapane) de Scurati, cavidad natural de unos 70 metros que, por la riqueza de los hallazgos paleolíticos encontrados en su interior, ha sido denominada "Uffizi de la prehistoria". Su belleza escenográfica la ha convertido en una ambientación ideal del sugestivo Pesebre Viviente que tiene lugar todas las Navidades. Desde julio a septiembre toma vida el Museo viviente, una especie de revocación de la vida diaria de un pueblo siciliano de finales del siglo XIX. Cientos de personajes disfrazados muestran en directo actividades artesanales y oficios locales hoy en día perdidos, mientras se ofrecen especialidades gastronómicas preparadas en tiempo real, aún humeantes, a quien desea probarlas.
Con el sabor en boca del pan recién sacado del horno, requesón de oveja y quesos curados degustados en la cueva, se llega al pueblo de Custonaci, uno de los centros de producción de mármol más importantes de Italia. El pueblo asoma la cabeza, con su espléndido Santuario de la Madonna, entre las montañas corroídas por la extracción de los mármoles valiosos que desde aquí se exportan a todo el mundo.
Y finalmente, casi de repente, detrás de la fachada de rocas escarpadas del Monte Cofano, aparece San Vito Lo Capo, la reina de las localidades balnearias de Trápani. Una deliciosa aldea marinera que está delimitada por una larga playa cándida y bañada por un mar de una limpidez caribeña. Originariamente se desarrolló en torno a la antigua Fortaleza, transformada después en el actual santuario dedicado a San Vito. Entre las blancas casas de los pescadores y las mesas de los cafés al aire libre, en el mes de septiembre, todos los años el pueblo hospeda al conocido Cous cous fest. Más que un simple festival gastronómico, una ocasión de encuentro y de intercambio entre tradiciones y culturas diferentes. Desde Marruecos hasta la Costa de Marfil, desde Senegal hasta Túnez, los países en los que su cultura gastronómica incluye este plato se disputan el premio por el mejor cous cous del mundo.
Iniciando desde la costa de San Vito, se extiende hasta el territorio de Castellammare del Golfo la Reserva natural orientada del Zingaro (www.riservazingaro.it), uno de los lugares más bonitos de toda Sicilia. Magníficos senderos suben a hasta las colinas que descienden hacia el mar entre panoramas increíbles y cuevas prehistóricas, como la preciosa cueva del Uzzo. Formas de vegetación raras, entre las cuales destaca la típica palmera enana, variedad de planta símbolo de la reserva, sirven de marco a tranquilas calas inmersas en una exuberante flora mediterránea.
Muy recomendable un día de mar en Scopello, con sus espléndidos farallones de rocas que emergen de un espejo de agua cristalina. Bonita la antigua atunara que, a dos brazadas de los farallones, testimonia cómo se practicaba la pesca del atún en esta zona. Poco distante de la costa, la aldea de Scopello ha surgido en torno al patio de un edificio (baglio) que representa un ejemplo típico de caserío de campo. En esta parte de Sicilia del siglo diecinueve y veinte este tipo de construcción contenía tanto la vivienda del rico terrateniente como las viviendas de los campesinos que trabajaban las tierras. En tres graciosas casas de piedra del baglio, los panaderos locales proponen una especialidad que hoy en día está consolidada, el pan cunzato, pan casero crujiente condimentado con aceite, tomate, anchoas y queso de oveja. La justa pausa de reposo después de nadar.
A pocos kilómetros de distancia cierra la costa trapanese la ciudad de Castellammare del Golfo. Su amplia ensenada está dominada por el magnífico castillo (Castello a Mare), unido originariamente a la población por un puente elevadizo, en torno al cual la ciudad se ha desarrollado en sus inicios. En la actualidad todas las actividades de Castellammare giran en torno al pintoresco puerto que, nacido sobre el antiguo emporium segestano, es un espectáculo que se puede disfrutar también desde lo alto, desde los declives rocosos cercanos. Uno de los tantos panoramas que esta magnífica costa regala sin avaricia al turista sensible a la fascinación de una naturaleza incontaminada, en equilibrio con una modernidad que aún no está marcada por el ritmo frenético de la vida de hoy en día.