La isla de Pantelaria
A medio camino entre Sicilia y África, Pantelleria impresiona por la rara belleza de sus oscuros acantilados que resaltan en el azul intenso del mar. La llaman la perla negra del Mediterráneo; y realmente la isla seduce como una joya preciosa. Constituida por la parte emergida de un importante volcán sumergido, es la isla siciliana más grande, formada durante milenios por la superposición de masas lávicas. Y es precisamente este origen exclusivamente volcánico el que confiere al paisaje un aspecto único. El azul del mar, en contraste con el negro de las terrazas de piedra lávida, se armoniza con el verde de la exuberante vegetación y el blanco de los dammusi, construcción típica pantesca realizada con piedra y bóvedas para la recogida de la lluvia.
En esta isla se instalaron los fenicios, aprovechando la posición estratégica y dejando testimonio de su presencia los misteriosos Sesi di Pantelleria, sepúlcros con formas de torre que evocan tipologías símiles a los nuragos sardos y las torres de Córcega.
El centro de la isla está dominado por la majestuosidad de la Montaña Grande, con las pendientes tapizadas por pinos marítimos e hiniestas pantescas, variedades peculiares de Pantelleria, mientras que en las laderas se difunden en el aire los chorros de vapor incandescente de las características fanare. Una vuelta en barco revela la belleza de las costas, desde la cala del Bue Marino a la Cala Cinque Denti, al golfo de Gadir o el Arco dell'elefante, roca símbolo de la isla que se hunde en el mar como si fuera la probóscide de un gigantesco elefante. Una emoción tras otra son las cuevas que se abren sobre el límpido azul de la costa; de todas éstas se dice que la Grotta di Sataria ha sido el mítico lugar de encuentro entre Ulises y la Ninfa Calipso.
El campo frondoso de viñas, alcaparrales, y olivares escondidos, en el centro de la isla, el maravilloso Espejo de Venus (Specchio di Venere). Lago alimentado por aguas termales en las que, según la leyenda, la diosa de la belleza venía a reflejarse antes de sus encuentros con Bacco, que residía en la isla atraído por la buena calidad del vino que se producía. Y precisamente el vino constituye un importante recurso de la isla, protegido por la Denominación de Origen Comprobada Pantelleria. Famosísimo el Passito di Pantelleria obtenido con las uvas zibibbo (que recubren el 70% de la superficie cultivable de la isla) dejadas marchitar al sol. Las uvas no marchitadas dan un exquisito moscatel, que puede ser licoroso y espumoso.
El sabor dulce del zibibbo, junto con el perfume acre de las alcaparras (marcadas por la Indicación de Origen Protegida) y los colores firmes del paisaje, se esculpen en la memoria, dejando de Pantelleria un recuerdo imborrable.