Entre Románico y Renacimiento
Viajar en coche: Florencia

Ruta entre Románico y Renacimiento en Italia

Antes de empezar la visita de Florencia, id a mirar de lo alto, sus torres de piedra gris que sobresalen sobre el mar rojo de los techos entre las colinas esparcidas de villas, de cipreses, de olivos.

Pocas veces la naturaleza ha dispuesto un escenario tan encantador para una ciudad. De Puerta Romana subid a la Colina de Bellosguardo, después al Piazzale Michelangelo (Plaza de Miguel Ángel). De aquí, pasada la escalinata de San Salvador en Monte, subid a San Miniato, con su fachada de incrustaciones polícromas; más bien que pura decoración, aquí es la arquitectura misma que pide ayuda al color para continuar su discurso: la calma alegre de esta fachada anticipa el primer Renacimiento. En el interior, continúa el sereno discurso de los mármoles. En la nave mediana, la Capilla del Crucifijo, de Michelozzo, en la de la izquierda, la bella tumba erigida por Maneti para un cardenal portugués. En la sacristía, los frescos de Spinello Aretino, un agradable y pequeña maestro del ultimo '300.

Descendemos ahora hacia el fuerte de Belvedere (1500 a finales), que aloja frescos destacados provenientes de varios lugares toscanos. Bajo nosotros, el Jardin de Bóboli. Tomamos por la calle de S. Leonardo, poética y campestre, y, por la rústica puerta de San Jorge, entramos en la ciudad dirigiéndonos hacia el conjunto Batisterio y Catedral.

Batisterio (siglo XI), de la misma arquitectura sencilla y linear de San Miniato, es e! edificio más antiguo de la ciudad. Su interior es un elegante octágono sobre cuya cúpula brilla un mosaico veneciano. A ambos lados del altar, la impresionante Magdalena y una Tumba papal, obras de Donatello. Las puertas de bronce son de épocas distintas: la que mira hacia la Catedral y que Miguel Ángel llamó, " Puerta del Paraiso", es la obra cumbre de Lorenzo Ghiberti (1378-1455).

Enfrente se yergue la Catedral, Santa María de las Flores. La fachada es del 1800 pero el interior atrae por la sencilla solemnidad conque el espíritu florentino aplicó el estilo gótico. También Giotto trabajó en la construcción de la iglesia que fue completada por el genio de los primeros años del Renacimiento: Brunelleschi, con la poderosa Cúpula. En el transepto, una de las cuatro Piedades esculpidas por Miguel Ángel, la más elocuente y dramática, que el artista había destinado para su tumba. En la nave de la izquierda retratos al fresco de Dante, pinturas de Doménico de Michelino y de dos capitanes de los ejércitos florentinos: el inglés Hawkwood, de Paolo Uccello y Nicolás de Tolentino, de A. del Castagno. Salimos por la puerta del fondo de la iglesia; a la derecha, se apreciará la fuerte curva del ábside y luego la preciosa mole del Campanario, diseñado por Giotto a la edad de setenta años. En el Museo de la Obra del Duomo, importantes esculturas, entre ellas la Cantoria (Coro), con su fantasía de amorcillos y la realística estatua del profeta Abacu (que los florentinos llaman "zuccone ", de Donatello).

Por calle Calzaioli se llega a Orsanmichele, una iglesia sólida como una fortaleza. A ambos lados, junto a las preciosas tríforas, estatuas de Donatello, Nani de Banco, Ghiberti, Verrocchio, Giambologna. La penumbra del interno está dominada por el Tabernáculo, obra de arte escultórica miniata como orfebrería de A. Orcagna, (siglo XIV). Junto a Orsanmichele, un bonito ejemplo de arquitectura civil del Medioevo.

El Palacio del Arte de la Lana. A pocos pasos nos encontramos Plaza de la Señoria, centro de diez siglos de vida florentina. Fué aquí donde el pueblo festejó las horas alegres, se acaloró en los tumultos, fué quemado Savonarola; aquí los artistas mostraban las obras apenas creadas; aquí se desarrollaban las fiestas, los cortejos nupciales, las representaciones teatrales del Medioevo. Aquí se juegan, aún, hoy, los partidos de fútbol con trajes de la época que evocan los juegos de la Florencia antigua.

El Renacimiento, encontrando esta plaza completa, tuvo que desahogarse en otros lugares. El Palacio de la Señoria estaba ya terminado en 1314, pero se necesitaron otros dos siglos para que su interior alcanzase el aspecto que hoy tiene. Mirando hacia arriba, bajo la fachada se siente el vértigo, no porque su altura (94 m.) sea extraordinaria, sino por el excepcional atrevimiento con el que la torre arranca hacia lo alto fuera del plano de la fachada: rara síntesis de elegancia y áspera fuerza.

Descansemos bajo la Loggia della Signoria (Logia de la Señoría) (1381), cuyas arcadas a bóveda demostraron la madurez y el espíritu renacimental de los arquitectos florentinos un siglo antes. Benvenuto Cellini nos ha dejado su obra maestra: Perseo, con las cuatro estatuas del zócalo, quizá aún más perfectas que la propia estatua. Superando una copia del Miguel Ángel entramos en el Palacio: el patio, a la izquierda, ha quedado como era en el trescientos, pero, el resto, fue transformado en los siglos sucesivos cuando el palacio, sede de una república ciudadana se convirtió en morada de soberanos. Michelozzo construyó el primer patio en 1470; Tadda hizo la fuente; Verrocchio la decoró con su amorcillo de bronce; un siglo más tarde, no sabiendo cómo enriquecer aún más el gran patio, añadieron las decoraciones de estuco de las columnas. Estecúmulo de riquezas continúa en los planos superiores. He aquí el amplio Salón del Quinientos con las Batallas pintadas por Vasari y la estatua del Genio de la Victoria, de Miguel Ángel, y luego, el recogido Studiolo (estudio) que el mismo Vasari ideó para Francisco I y que sus alumnos transformaron en un texto del sensual amaneramiento florentino. Tanto en el primero, como en el segundo piso, los apartamientos de Vasari y Broncino que ambos artistas prepararon para los Médicis, se alternan con logias y terrazas estupendas desde donde se contempla Florencia.

Bajamos para entrar en el Piazzale degli Uffizi (Plaza de los Oficios), con el noble palacio que G. Vasari, el gran organizador urbanístico de la Florencia renacimental, construyó para Cósimo I que en él quería reunir la burocracia del estado. Reunió, en cambio, la más famosa Galeria de arte del Mundo. (Ver las Diez capitales de la pintura italiana).

Con los Uffizi se termina la mañana. Se podrá almorzar en uno de los restaurantes de Plaza de la Señoría o de los alrededores. Nuestra vuelta de por la tarde empieza en la plaza de los " Uffizi " y, desde aquí, por el Lungarno (Largo del Arno) al Ponte Vecchio (Puente Viejo), asi llamado no por su aspecto actual, porque viejo era ya llamado cuando nació, sino por el antiquísimo puente que surgía anteriormente en época etrusca. Por calle de Santa María, superando la Logia del Mercado Nuevo, con puestos de flores y artesanía, alcanzamos en calle de Porta Rossa, la alta mole en ladrillo del Palacio Davanzati, morada del trescientos con la logia del siglo sucesivo.

Volvamos atrás por calle Carpaccio para ver el Palacio del los Capitanes de parte Guelfa, del siglo XIV; Brunelleschi modificó la fachada anterior y Vasari añadió la graciosa logia. Nos introducimos ahora en el sugestivo ambiente medieval de Borgo Santi Apostoli donde los altos edificios y las sugestivas callejuelas crearon una atmósfera inolvidable. Tras la Iglesia de los Santos Apóstoles flanqueamos la maciza mole del Palacio Spini Ferroni; entramos en plaza Santa Trinidad, comenzada por Nicolás Pisano (1258), con fachada del quinientos, de Buontalenti. El interior es uno de los primeros ejemplos del gótico italiano, místico y solemne en las capillas, importantes esculturas de G. Sangallo, Desiderio de Settignano, B. de Maiano; en la capilla Sassetti, frescos de Ghirlandaio y la obra maestra del mismo pintor, la fastuosa Adoración de los Pastores.

Tras haber admirado el estupendo Palacio Bertolini-Salimbeni, entramos en el más bello de los que se asoman en la ribera del Arno: Palacio Corsini, uno de los pocos ejemplos barrocos en Florencia. Interior con la galeria privada de los Corsini; obras de importancia, entre ellas una Virgen, De F. Lippi; otra de Luca Signorelli y el cartón con el boceto (retrato de Julio II). obra de Rafael. Nuestra vuelta por entre las construcciones privadas de la Florencia antigua acaba en el viejo Palacio Rucellai (1451), y, en fin, en el espléndido Palacio Strozzi, iniciado por B. de Maiano. Nos hallamos ahora en la calle Tornabuoni y aquí, entre las elegantes calles del centro se puede terminar nuestra jornada florentina.

El itinerario del segundo día comienza con los antiguos etruscos. Iremos a plaza de la Santísima Anunciación (Annunziata), en donde se respira la noble calma del joven Renacimiento.

Empezada en el doscientos, la iglesia fue retocada por Michelozzo y A. de Sangallo; el atrio conserva exquisitos frescos de A. del Castagno, Pontorno, Franciabrigio, Alessio Baldovineti. Interior barroco con cuadros y frescos delPerusino, Broncino y las tumbas de Benvenuto Cellini, Andrea del Sarto y Pontorno.

Al lado de la Iglesia, el bonito Hospital de los Inocentes, de Brunelleschi, en cuyo refectorio se conservan la alegre Epifania, de Ghirlandaio y una Virgen de Pedro de Cósimo. Frente al hospital, el Museo Arqueológico; nos dirigimos al Museo Topográfico de Etruria, con testimonios ordenados según los lugares de origen: Orvieto, Chiusi, Tuscania, Tarquinia. El Antiquarium (Anticuario) es rico en famosas esculturas etruscas y griegas; en Sarcófago de Larthia Seianti (siglo II a. de C.) con la majestuosa figura de mujer que se prepara para el viaje a ultratumba; la estatua del Arringatore (III siglo), y la fabulosa Quimera broncínea del V siglo encontrada en Arezzo en 1555.

Del mundo etrusco y helénico pasamos ahora, con un salto de veinte siglos, al mundo místico del Beato Angélico en el vecino Convento de San Marcos donde el fraile dominico, en ocho años (1437-1445) pintó en sus paredes uno de los más prodigiosos ciclos de la pintura de todos los tiempos. En San Marcos se han reunido también los más importantes pinturas en tabla del Beato Angélico que existen en Florencia. De San Marcos pasamos al Cenáculo de Santa Apolonia, para admirar el rudo y fuerte Cenáculo de A. del Castagno y los vigorosos Retratos de Hombres Ilustres del mismo pintor. En la cercana calle Ricasoli está la Galeria de la Academia, con numerosas pinturas, célebre, sobre todo, por las estatuas de Miguel Ángel: el David, obra de su madura juventud, y las dolorosas Prisiones (solamente los esbozos) para la incompleta tumba de Julio II. Todavía nos espera Miguel Ángel en la cercana sacristía Nueva de San Lorenzo, con las Tumbas de Lorenzo y Juliano de Medicis.

Admiramos, en primer lugar, el luminoso interno de San Lorenzo, la recogida Sacristía Vieja, obra de Bruneleschi y luego pasad al ambiente miguelangelesco para daros cuenta de que, ni siquiera a cien años de intervalo ha nacido un mundo nuevo. Relaciones entre pintura y arquitectura se presentan ahora en términos nuevos; hay una escultura arquitectónica en la que se componen figuras; las tumbas no se hallan ya apoyadas en las paredes sino integradas; las estatuas, a su vez, son parte esencial de las tumbas y, en conjunto, estructura y estatuaria, expresan poderosas alegorías donde, concepciones paganas y cristianas hablan de las mismas verdades eternas: sobre la vida, la muerte y el más Allá.

En el mismo conjunto monumental, Miguel Ángel realizó la Biblioteca Laurenziana, primera biblioteca civil destinada al público. Visitemos ahora el Palacio Médici-Riccardi, con el Museo Mediceo y el sugestivo fresco del Cortejo de los Reyes Magos, pintado en la capilla por Benozzo Gózzoli (1459).

Por la calle del Giglio se va a la iglesia Santa María Novella, comenzada en 1278 por los dominicos y completada por León Batista Alberti en 1470, con las grandes bóvedas laterales que aquí aparecen por vez primera.

La iglesia se halla repleta de obras de arte: el Crucifijo giotesco de la Sacristía, los frescos de Lippi, el Juicio Universal de Orcagna, las tumbas esculpidas de Rosellino, Ghiberti, Benedicto de Maiano, pero, sobre todo, admiraremos la poderosa Trinidad de Masaccio, cuando el pintor solamente tenía 27 años, página decisiva en la historia de la pintura italiana: los frescos de Paolo Uccello en el Claustro Verde, cuya danza de desenfrenado ritmo báquico parece revivir el espíritu de la pintura etrusca; el gran discurso decorativo pintado en el ábside por Dominico Ghirlandaio para quien las historias sagradas se convierten en suntuosos pretextos para contar la vida rica burguesa de la Florencia del cuatrocientos.

No faltan, estupendos restaurantes donde concluir la intensa mañana con un almuerzo de la sobria y refinada cocina toscana.

Circuito pasando por Toscana, con salidas regulares

A primeras horas de la tarde alcanzamos la iglesia de Ognissanti (Todos Santos), del mismo nombre, que custodia, a más de la tumba del pintor, un notable fresco de Botticeli, San Agustín y, frente a él, San Girolamo, de Ghirlandaio, quien pintó también la cena del refectorio.

Después del Lungarno y puente Vespucci llegamos, al otro lado del Arno, a la iglesia de San Frediano y, de aquí, al Carmen, finales del '200, destruida en el siglo XVIII por un incendio en donde se salvó la Capilla Brancacci, uno de los santuarios de la pintura italiana, gigantesca obra del Masaccio (1401-1428), que señaló la completa liberalización de la forma pictórica, la explosión genial del Renacimiento: de Botticelli y Leonardo a Miguel Ángel, todos los grandes artistas de las generaciones sucesivas, meditaron y estudiaron aquí, ante la obra del renovador de la pintura muerto a los 27 años.

Por la calle de Santa Mónica y la de San Agustín, llegamos a Santo Spirito (Santo Espíritu), uno de los vértices de la arquitectura de Brunelleschi (1446) y después, a la fiera mole del Palacio Pitti proyectado por el mismo Brunelleschi y ampliado en los siglos sucesivos. Se abre aquí la gran pinacoteca florentina, la Galeria Palatina. (Ver las 10 capitales de la pintura italiana).

Al salir de la Galería cerramos la tarde con las tranquilas y descansadas visitas del Jardin de Boboli, comenzado en 1549 sobre la colina que asciende hasta el Fuerte Belvedere.

Si aún nos queda una mañana para ver Florencia, iremos al Puente de las Gracias, para visitar, sobre las dos orillas opuestas del Arno las colecciones de arte que dos particulares el anticuario Bardini, y el inglés H. P. Horne, dejaron a la ciudad. En el Museo Bardini, prevalece la escultura (Donatello, Pollaiolo, Miquelozzo, A. de la Robbia); en el Museo Horne, la pintura (Simón Martini, Lorenzo de Credi, Lippi, Sasseta y objetos de arte decorativo). Por calle Benci, llegamos a la gran plaza con la iglesia de la Santa Croce 1294; interior gótico, sobrio, repleto de obras de arte; frescos de Giotto, Taddeo y Gaddi, Maso de Banco; esculturas de Donatello, Rosellino, (la admirable tumba de Leonardo Bruni) Cánova. Esta iglesia es el panteón nacional italiano porque en ella se hallan enterrados Miguel Ángel, Maquiavelo, Galileo, Vitorio Alfieri, Foseólo. A la derecha de la iglesia, en el claustro (trescientos), la capilla Pazzi, joya de Brunelleschi (1446).

Salimos de Santa Croce y admiramos la hermosa fachada pintada del Palacio Antella. Alcanzamos, por calle Ghibellina, la casa Buonarroti, que fue de Miguel Ángel, hoy museo de sus obras juveniles; retratos, manuscritos v dibujos. Recorriendo esta calle llegaremos al Palacio del Bargello, en donde se halla el Museo Nacional con excepcional colección de escultura: (Miguel Ángel, Donatello, Verrocchio, Ghiberti) mayólicas, frescos, miniaturas y bronces.

Nuestra visita a Florencia ha terminado. Por la calle de Borgo Pinti y la de Artisti, nos alejamos del centro y. prosiguiendo, llegamos a la de A. Volta, donde comienza la calle de Santo Domingo que une Florencia con Fiésole.

La subida a Fiésole se realiza a través de un inolvidable paisaje alegre, entre colinas llenas de villas y cipreses. A los 3 km antes de llegar a Fiésole, se admira la iglesia de Santo Domingo (1400), donde el Beato Angélico, el fraile pintorque allí fué algunos años párroco, dejó una dulce tabla de la Virgen, y una Crucifixión en la pared. Algo más adelante, la iglesia de la Abadía que Brunelleschi reedificó incorporando parte de la ya existente fachada románica policromada, del mismo estilo de San Miniato y el Batisterio.
FIESOLE, fué importante ciudad etrusca como atestiguan las ruinas de sus poderosas murallas. Sila instituyo una colonia militar romana para castigar a los fiesolanos que se habían puesto de parte de Mario. De época romana queda un gran anfiteatro en pintoresca posición. El Medioevo ha dejado a Fiésole la espléndida Catedral románica, tres naves, columnas de piedra y capiteles romanos. En el Museo Arqueológico una importante Loba Etrusca y luego la fortaleza medieval donde estuvieron, primero, la Acró polis etrusca y luego la fortaleza medieval. Con el recuerdo de Florencia cuya vista desde aquí es sugestiva y completa, se desciende para alcanzar la carretera hacia AREZZO (88 km de Florencia) en el valle del Arno. Superada Pontassieve, con bonito puente; Incisa, con castillo medieval; Figline Valdarno con una extraña Virgen de J. Biondo (1392), en la Iglesia de San Francisco; nos detendremos en San Giovanni Valdarno, patria de Masaccio para admirar, en el Convento de Montecarlo, (a 2 km de la ciudad) una obra maestra del Beato Angélico: la Anunciación. Pasado Montevarchi (54 km) se llega a AREZZO.