Entre Florencia y Roma
Viajar en coche: Florencia (4)

Por la calle del Giglio se va a la iglesia Santa María Novella, comenzada en 1278 por los dominicos y completada por León Batista Alberti en 1470, con las grandes bóvedas laterales que aquí aparecen por vez primera.

La iglesia se halla repleta de obras de arte: el Crucifijo giotesco de la Sacristía, los frescos de Lippi, el Juicio Universal de Orcagna, las tumbas esculpidas de Rosellino, Ghiberti, Benedicto de Maiano, pero, sobre todo, admiraremos la poderosa Trinidad de Masaccio, cuando el pintor solamente tenía 27 años, página decisiva en la historia de la pintura italiana: los frescos de Paolo Uccello en el Claustro Verde, cuya danza de desenfrenado ritmo báquico parece revivir el espíritu de la pintura etrusca; el gran discurso decorativo pintado en el ábside por Dominico Ghirlandaio para quien las historias sagradas se convierten en suntuosos pretextos para contar la vida rica burguesa de la Florencia del cuatrocientos.

No faltan, estupendos restaurantes donde concluir la intensa mañana con un almuerzo de la sobria y refinada cocina toscana. A primeras horas de la tarde alcanzamos la iglesia de Ognissanti (Todos Santos), del mismo nombre, que custodia, a más de la tumba del pintor, un notable fresco de Botticeli, San Agustín y, frente a él, San Girolamo, de Ghirlandaio, quien pintó también la cena del refectorio.

Después del Lungarno y puente Vespucci llegamos, al otro lado del Arno, a la iglesia de San Frediano y, de aquí, al Carmen, finales del '200, destruida en el siglo XVIII por un incendio en donde se salvó la Capilla Brancacci, uno de los santuarios de la pintura italiana, gigantesca obra del Masaccio (1401-1428), que señaló la completa liberalización de la forma pictórica, la explosión genial del Renacimiento: de Botticelli y Leonardo a Miguel Ángel, todos los grandes artistas de las generaciones sucesivas, meditaron y estudiaron aquí, ante la obra del renovador de la pintura muerto a los 27 años.

Por la calle de Santa Mónica y la de San Agustín, llegamos a Santo Spirito (Santo Espíritu), uno de los vértices de la arquitectura de Brunelleschi (1446) y después, a la fiera mole del Palacio Pitti proyectado por el mismo Brunelleschi y ampliado en los siglos sucesivos. Se abre aquí la gran pinacoteca florentina, la Galeria Palatina. (Ver las 10 capitales de la pintura italiana).

Al salir de la Galería cerramos la tarde con las tranquilas y descansadas visitas del Jardin de Boboli, comenzado en 1549 sobre la colina que asciende hasta el Fuerte Belvedere.

Si aún nos queda una mañana para ver Florencia, iremos al Puente de las Gracias, para visitar, sobre las dos orillas opuestas del Arno las colecciones de arte que dos particulares el anticuario Bardini, y el inglés H. P. Horne, dejaron a la ciudad. En el Museo Bardini, prevalece la escultura (Donatello, Pollaiolo, Miquelozzo, A. de la Robbia); en el Museo Horne, la pintura (Simón Martini, Lorenzo de Credi, Lippi, Sasseta y objetos de arte decorativo). Por calle Benci, llegamos a la gran plaza con la iglesia de la Santa Croce 1294; interior gótico, sobrio, repleto de obras de arte; frescos de Giotto, Taddeo y Gaddi, Maso de Banco; esculturas de Donatello, Rosellino, (la admirable tumba de Leonardo Bruni) Cánova. Esta iglesia es el panteón nacional italiano porque en ella se hallan enterrados Miguel Ángel, Maquiavelo, Galileo, Vitorio Alfieri, Foseólo. A la derecha de la iglesia, en el claustro (trescientos), la capilla Pazzi, joya de Brunelleschi (1446).

Salimos de Santa Croce y admiramos la hermosa fachada pintada del Palacio Antella. Alcanzamos, por calle Ghibellina, la casa Buonarroti, que fue de Miguel Ángel, hoy museo de sus obras juveniles; retratos, manuscritos v dibujos. Recorriendo esta calle llegaremos al Palacio del Bargello, en donde se halla el Museo Nacional con excepcional colección de escultura: (Miguel Ángel, Donatello, Verrocchio, Ghiberti) mayólicas, frescos, miniaturas y bronces.

Nuestra visita a Florencia ha terminado. Por la calle de Borgo Pinti y la de Artisti, nos alejamos del centro y. prosiguiendo, llegamos a la de A. Volta, donde comienza la calle de Santo Domingo que une Florencia con Fiésole.

La subida a Fiésole se realiza a través de un inolvidable paisaje alegre, entre colinas llenas de villas y cipreses. A los 3 km antes de llegar a Fiésole, se admira la iglesia de Santo Domingo (1400), donde el Beato Angélico, el fraile pintorque allí fué algunos años párroco, dejó una dulce tabla de la Virgen, y una Crucifixión en la pared. Algo más adelante, la iglesia de la Abadía que Brunelleschi reedificó incorporando parte de la ya existente fachada románica policromada, del mismo estilo de San Miniato y el Batisterio.

FIESOLE, fué importante ciudad etrusca como atestiguan las ruinas de sus poderosas murallas. Sila instituyo una colonia militar romana para castigar a los fiesolanos que se habían puesto de parte de Mario. De época romana queda un gran anfiteatro en pintoresca posición. El Medioevo ha dejado a Fiésole la espléndida Catedral románica, tres naves, columnas de piedra y capiteles romanos. En el Museo Arqueológico una importante Loba Etrusca y luego la fortaleza medieval donde estuvieron, primero, la Acrópolis etrusca y luego la fortaleza medieval. Con el recuerdo de Florencia cuya vista desde aquí es sugestiva y completa, se desciende para alcanzar la carretera hacia AREZZO (88 km de Florencia) en el valle del Arno. Superada Pontassieve, con bonito puente; Incisa, con castillo medieval; Figline Valdarno con una extraña Virgen de J. Biondo (1392), en la Iglesia de San Francisco; nos detendremos en San Giovanni Valdarno, patria de Masaccio para admirar, en el Convento de Montecarlo, (a 2 km de la ciudad) una obra maestra del Beato Angélico: la Anunciación. Pasado Montevarchi (54 km) se llega a AREZZO.

En el mismo conjunto monumental, Miguel Ángel realizó la Biblioteca Laurenziana, primera biblioteca civil destinada al público. Visitemos ahora el Palacio Médici-Riccardi, con el Museo Mediceo y el sugestivo fresco del Cortejo de los Reyes Magos, pintado en la capilla por Benozzo Gózzoli (1459).