Entre Florencia y Roma
Viajar en coche: Florencia (2)

Por calle Calzaioli se llega a Orsanmichele, una iglesia sólida como una fortaleza. A ambos lados, junto a las preciosas tríforas, estatuas de Donatello, Nani de Banco, Ghiberti, Verrocchio, Giambologna. La penumbra del interno está dominada por el Tabernáculo, obra de arte escultórica miniata como orfebrería de A. Orcagna, (siglo XIV). Junto a Orsanmichele, un bonito ejemplo de arquitectura civil del Medioevo.

El Palacio del Arte de la Lana. A pocos pasos nos encontramos Plaza de la Señoria, centro de diez siglos de vida florentina. Fué aquí donde el pueblo festejó las horas alegres, se acaloró en los tumultos, fué quemado Savonarola; aquí los artistas mostraban las obras apenas creadas; aquí se desarrollaban las fiestas, los cortejos nupciales, las representaciones teatrales del Medioevo. Aquí se juegan, aún, hoy, los partidos de fútbol con trajes de la época que evocan los juegos de la Florencia antigua.

El Renacimiento, encontrando esta plaza completa, tuvo que desahogarse en otros lugares. El Palacio de la Señoria estaba ya terminado en 1314, pero se necesitaron otros dos siglos para que su interior alcanzase el aspecto que hoy tiene. Mirando hacia arriba, bajo la fachada se siente el vértigo, no porque su altura (94 m.) sea extraordinaria, sino por el excepcional atrevimiento con el que la torre arranca hacia lo alto fuera del plano de la fachada: rara síntesis de elegancia y áspera fuerza.

Descansemos bajo la Loggia della Signoria (Logia de la Señoría) (1381), cuyas arcadas a bóveda demostraron la madurez y el espíritu renacimental de los arquitectos florentinos un siglo antes. Benvenuto Cellini nos ha dejado su obra maestra: Perseo, con las cuatro estatuas del zócalo, quizá aún más perfectas que la propia estatua. Superando una copia del Miguel Ángel entramos en el Palacio: el patio, a la izquierda, ha quedado como era en el trescientos, pero, el resto, fue transformado en los siglos sucesivos cuando el palacio, sede de una república ciudadana se convirtió en morada de soberanos. Michelozzo construyó el primer patio en 1470; Tadda hizo la fuente; Verrocchio la decoró con su amorcillo de bronce; un siglo más tarde, no sabiendo cómo enriquecer aún más el gran patio, añadieron las decoraciones de estuco de las columnas. Estecúmulo de riquezas continúa en los planos superiores. He aquí el amplio Salón del Quinientos con las Batallas pintadas por Vasari y la estatua del Genio de la Victoria, de Miguel Ángel, y luego, el recogido Studiolo (estudio) que el mismo Vasari ideó para Francisco I y que sus alumnos transformaron en un texto del sensual amaneramiento florentino. Tanto en el primero, como en el segundo piso, los apartamientos de Vasari y Broncino que ambos artistas prepararon para los Médicis, se alternan con logias y terrazas estupendas desde donde se contempla Florencia.

Bajamos para entrar en el Piazzale degli Uffizi (Plaza de los Oficios), con el noble palacio que G. Vasari, el gran organizador urbanístico de la Florencia renacimental, construyó para Cósimo I que en él quería reunir la burocracia del estado. Reunió, en cambio, la más famosa Galeria de arte del Mundo. (Ver las Diez capitales de la pintura italiana).

Con los Uffizi se termina la mañana. Se podrá almorzar en uno de los restaurantes de Plaza de la Señoría o de los alrededores. Nuestra vuelta de por la tarde empieza en la plaza de los " Uffizi " y, desde aquí, por el Lungarno (Largo del Arno) al Ponte Vecchio (Puente Viejo), asi llamado no por su aspecto actual, porque viejo era ya llamado cuando nació, sino por el antiquísimo puente que surgía anteriormente en época etrusca. Por calle de Santa María, superando la Logia del Mercado Nuevo, con puestos de flores y artesanía, alcanzamos en calle de Porta Rossa, la alta mole en ladrillo del Palacio Davanzati, morada del trescientos con la logia del siglo sucesivo. Volvamos atrás por calle Carpaccio para ver el Palacio del los Capitanes de parte Guelfa, del siglo XIV; Brunelleschi modificó la fachada anterior y Vasari añadió la graciosa logia. Nos introducimos ahora en el sugestivo ambiente medieval de Borgo Santi Apostoli donde los altos edificios y las sugestivas callejuelas crearon una atmósfera inolvidable. Tras la Iglesia de los Santos Apóstoles flanqueamos la maciza mole del Palacio Spini Ferroni; entramos en plaza Santa Trinidad, comenzada por Nicolás Pisano (1258), con fachada del quinientos, de Buontalenti. El interior es uno de los primeros ejemplos del gótico italiano, místico y solemne en las capillas, importantes esculturas de G. Sangallo, Desiderio de Settignano, B. de Maiano; en la capilla Sassetti, frescos de Ghirlandaio y la obra maestra del mismo pintor, la fastuosa Adoración de los Pastores.

Tras haber admirado el estupendo Palacio Bertolini-Salimbeni, entramos en el más bello de los que se asoman en la ribera del Arno: Palacio Corsini, uno de los pocos ejemplos barrocos en Florencia. Interior con la galeria privada de los Corsini; obras de importancia, entre ellas una Virgen, De F. Lippi; otra de Luca Signorelli y el cartón con el boceto (retrato de Julio II). obra de Rafael. Nuestra vuelta por entre las construcciones privadas de la Florencia antigua acaba en el viejo Palacio Rucellai (1451), y, en fin, en el espléndido Palacio Strozzi, iniciado por B. de Maiano. Nos hallamos ahora en la calle Tornabuoni y aquí, entre las elegantes calles del centro se puede terminar nuestra jornada florentina.